viernes, 24 de septiembre de 2010

Incandescencia bajo la tempestad...

Una gran tormenta se desata, furibunda, sobre los apiñados bloques de pisos que forman el modesto barrio.

El, desde el calor de su cuarto, observa como se agitan peligrosamente los arboles de las calles bajo la presión del viento, que empieza a hacer crujir las ventanas y puertas.

El reflejo del cristal de su ventana le devuelve una sonrisa picara y desafiante, mientras una idea comienza a fraguarse en su soñolienta mente.

Metiendo mano a los vaqueros que había llevado ese día saca un papel y una boquilla, además de tabaco. Mientras sus manos, con la maña adquirida fruto de la practica, comienzan su labor, su mente ya lucha por recordar en que rincón del desordenado cuarto llace su impermeable.

Al terminar de maquinar ya ha localizado la pieza de abrigo y se ha enfundado unos gruesos zapatos, por lo que comienza su improvisada aventura: llegar hasta el jardín sin ser detectado y disfrutar del dificilmente igualable placer de fumar, pensativo, bajo la intensa lluvia.

Una vez alcanzado su destino y ya sumergido en las profundidades de la tempestad, prende fuego al deseado pitillo. El sueño, por ahora, cae derrotado por las ganas de pensar y fabular, de dejar a su mente volar...

lunes, 20 de septiembre de 2010

Para encontrar el cielo, no busques tan allá

La luz del sol entraba ya con fuerza por su ventana y chocaba de forma molesta contra su cara.

Ella se rebozaba entre las desordenadas sábanas, intentando huir de los impasivos rayos que irremediablemente iban apagando el precioso sueño en el que su mente andaba enfrascada.
Al cabo de un rato intentando recuperar los jirones de sus aventuras nocturnas abrió los ojos derrotada, y sacando fuerzas de donde solo había pereza, se sumergió en el mullido albornoz que aguardaba a ser utilizado al lado de la cama.

Sacando fuerzas de flaqueza se enfundo las suaves y gruesas pantuflas y se levanto pesadamente del, en breves, añoradisimo colchón.

Siguiendo el pasillo alcanzo el amplio baño, iluminado por la claridad matinal. Ya en la puerta la recibió acogedoramente, desde el amplio espejo que dominaba toda la pared, su soñoliento pero sonriente reflejo.

Los sábados por la mañana, los años parecían retroceder en su relajado y feliz rostro. Esas mañanas todo pesaba menos y las preocupaciones de la tensión semanal parecían infinitamente lejanas.

La ardiente agua surgía a borbotones del oscuro interior del grifo, llenando el cuarto de cálidos vapores. Una vez llena hasta practicamente el borde se despojo del albornoz y zambullo su blanquisimo cuerpo, como de porcelana, en las profundidades de la cristalina agua.

Allí, escondida entre nubes de vapor y gran cantidad de dulce espuma, se dio cuenta de que todo, en ese instante, era perfecto. Este pequeño momento de plenitud debía darle fuerzas para afrontar otra dura semana de realidad, de gris ciudad, pétreos rostros y asfixiante monotonía... ya pensaría en ello mas tarde, ahora a su mente solo le apetecía volar, empaparse rozando las blancas nubes de vapor y bucear entre sus sueños, mantener esa escurridiza y momentánea felicidad.